Una vida a tu lado

Desde aquel lugar sagrado que se esconde bajo mi piel, tiendo a encontrarte... Mis ojos vuelven a toparse con aquella mirada profunda, capaz de hipnotizarme. Es en ese preciso momento en el que todo lo demás se desvanece, deja de importarme... y comienza mi mente a deambular por las calles de los recuerdos. 

Directo desde aquel verano, vuelve a mí el sonido de las olas que se rompen abruptamente en el mar, y sumergida en la mas profunda evocación, siento la suave brisa que acaricia mi rostro. Cada cosa que hicimos da vueltas en mi cabeza. Qué momentos los nuestros... 

Recuerdo aquella tarde cuando los árboles parecían mecerse al compás de la más dulce melodía. Tu descansabas sobre ése, nuestro árbol, y mi cuerpo reposaba sobre tu regazo. Giré hacia ti y mirándote a los ojos te pregunté si me amabas. 

Al hacerlo, tus ojos sonrieron junto con tu boca, no hubo necesidad de hablar. Nuestras almas estaban conectadas y podíamos sentir eso que todos llaman amor, pero que nadie puede comparar con lo nuestro. 

Tu mano tomó la mía y las yemas de nuestros dedos se pasearon sobre la superficie rugosa de la corteza de aquél árbol, ése mismo que fue testigo de la promesa que nos hicimos un día, ¿estar juntos para siempre? No, amarnos sin pensar en el mañana, pues de lo único que podíamos tener certeza era del tiempo presente, ése mismo instante. 

El sol ya comenzaba a caer y hasta parecía que jugaba con el mar. Ése era el más hermoso atardecer que mis ojos habían contemplado. Resolvimos acostarnos sobre la arena y esperar a que el manto de la noche nos cobijara, mientras la serenidad del mar acurrucaba los sueños que dentro de nosotros comenzaban a tomar forma. 

Tus ojos y los míos, tu sonrisa y la mía... nuestros labios y corazón son capaces de comunicarse de formas tan extrañamente perfectas. Un momento como ése, un recuerdo así, son los que reviviré en cada momento de mi vida; al estar a tu lado y aún si el destino decide separarnos.

Tan conscientes de que nada es para siempre, vivamos el ahora y forjemos los recuerdos que nos mantendrán en plena felicidad cada día de nuestras vidas. 

Hoy y siempre, te amaré.










Por Daniela Manjarrés y Marielba Bohórquez.